Atravesando la noche Nak puede intuir las garras suaves de los bichos negros y las miradas estúpidas de los ñandúes polacos. Los oficinistas hace demasiado tiempo que dejaron de restregarse impúdicamente en los tranvías amarillos,los bares han cerrado y el Océano aguarda el tributo de los suicidas cansinos.
La noche avanza con paso tambaleante. Nak aguarda en su cama desvencijada que nada suceda,que el reloj devore instantes y que la oscuridad densa y pegajosa le envuelva como un sudario.
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