miércoles, 18 de mayo de 2011

Weisland 1.0 (1)




                                                 Largos silencios. Se iba haciendo mayor, lo notaba en pequeños detalles, en las miradas torvas de los ñandúes polacos que barrían la plaza de las ejecuciones cíclicas.

Intentábamos descifrar los significados de la conducta disipada de los ciudadanos con amplias gabardinas grises.

Llueve en los recuerdos. La calle ha comenzado a llenarse de colores vivos y extraños sonidos. Los tratantes de sueños intentan borrar su paso acuchillando el reloj del  Ayuntamiento.

Les esperaban unas cervezas frías. Nosotros jugábamos a lanzar dardos de mezcal y peyote. A veces podían ver la luz al final del túnel. Las cervezas “Potiemkim” seguían enfriándose y el juego sólo podía comenzar.
Una hermosa joven saborea un vermú en una terraza soleada. Las miradas no pueden más que rozarla. Un ciudadano gordo acaricia los muslos morenos de la joven, ella está absorta; saborea su copa y parece pensar...pero sólo lo parece.

Ellos jugaban a contar estrellas mientras el licor de ajenjo resbalaba por la comisura  de sus labios. Esperaban el paso de los tranvías amarillos repletos de futuros muertos para hacer saludos crípticos y rituales. No esperaban nada, perdían sus miradas en un horizonte extraño buscando surtidores de delfines o goletas fantasmas.

Días que traen suspiros de sueños degollados y bruma azul muerte. Días para ser guardados en el desván del olvido o para decorar el interior de un alma muerta. Días que nos descubrirán la amarga senda que conduce a ninguna parte.
Ellos permanecen ajenos a las puñaladas certeras de los calendarios, nosotros les observábamos a través del humo ceniciento de las hogueras donde cantaban los eunucos subvencionados por las órdenes monásticas mendicantes. Deseábamos danzar sobre los cristales rotos y los tranvías que se quemaban por orden ministerial. Se podía escuchar un sordo rumor que nacía de las tripas de las mulas que esperaban en el matadero. 

Esperábamos la legada de los bomberos autistas y su coro de niñas angelicales que rociarían la noche con absenta, miel y licor de aluminio. 







               

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